viernes, 2 de octubre de 2009

Descolorido.

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió."

Joaquín Sabina, "Con la frente marchita".

Hay momentos en los que querría ser una ameba. No tener un cerebro con el que pensar, no tener preocupación alguna, ni dolores de cabeza. Sería algo aburrido, pero como no tendría nada que me hiciera saber que mi rutina es de lo más soporífera sería feliz, aun sin sentir tal felicidad tampoco.


Quizás me he aventurado. No querría ser tampoco una célula que pasaba por allí como lo puede ser una ameba. Ahora querría ser un animal, como por ejemplo, un pingüino. Todo el día en traje impecable, dando palmas con mis aletas e intentando alzar el vuelo en vano. Todo el día en el agua, cogiendo peces y estando con el grupo.

Qué más dará si mañana ocurre algo y ya no estamos aquí. Lo importante es que hoy podré alimentarme y estar con los míos. Mi cerebro me ayudará en el sentido de que, ante una sensación de peligro inminente, hará que de forma instintiva busque aquello que salve mi cuello. "Instinto de supervivencia" lo llaman algunos. Yo lo llamo huír. Quizás mi visión algo simplista se debe a que mi cerebro aparte de servirme como organizador del sistema nervioso (detalle para los puristas) y para salvarme el cuello en situaciones de vida o muerte, también me sirve para actuar siempre de manera que haga siempre aquello que me haga sentir mejor. Le pese a quien le pese. En resumen, vivo, como cualquier animal, al más puro estilo epicúreo: quiero comer, estar vivo y hacer aquello que me resulte lo más placentero posible. Para comerse la cabeza ya estarán otros, no yo; un pingüino que vive felizmente con su comunidad en el polo sur.


¿Con esto qué quería decir? Que nosotros, los seres humanos, esos seres tan maravillosos, (¡Sí! ¡Somos nosotros! Los que matamos por placer, permitimos que otros mueran de hambre mientras yo tengo mi Ipod con 5000 canciones y que desterramos a quien se nos ponga por medio por algo de petróleo. ¿A que es maravilloso?)tenemos una "máquina perfecta" que, paradójicamente, viene un defecto de fábrica que no podemos cambiar por no conservar el ticket de compra. Tranquilos, en caso de que lo tuvieran, tampoco sabrían donde acudir a reclamar. Es lo que tiene estas empresas fantasma y demás, que te la traman bien tramada.

Y ahora es cuando uno se pregunta "¿me estás diciendo que mi cerebro, ese que me permite ser así de genial, es imperfecto?". La respuesta es "sí". Somos los únicos seres vivos capaces de sentirnos de una forma u otra por algo que ni siquiera ha ocurrido.

Se hicieron experimentos que lo demuestran. Un ejemplo de éstos es el que, si nosotros cogemos a un ratón, y lo dejamos en un espacio determinado, sin ningún peligro inminente, sus constantes permanecen totalmente inalteradas. Pero, en el momento que metes un gato en esa habitación, aunque el ratón no lo haya visto, se activa una actividad en sus células olfativas (el ratón tiene unas células olfativas especializadas que se activan en el momento que notan un peligro, claro ejemplo del "instinto de supervivencia") que le hacen, automáticamente, aumentar el nivel de adrenalina (entre otras sustancias, como todo) y buscar rápidamente refugio. La conclusión es que la función principal del cerebro de ese ratón es el que hemos comentado en el ejemplo de la vida de un pingüino: actuar instintivamente, satisfacer sus necesidades primordiales y sobrevivir.

Por otra parte, ahora cogemos a un ser humano y lo sentamos a él solo en una habitación vacía. Hasta aquí bien. Pero ahora ese sujeto empieza a pensar y coincide que tuvo una mala experiencia con su mujer hace relativamente poco. Los niveles de determinadas sustancias químicas cambian. El hipocampo se estrecha ante una elevada actividad cerebral, y el sujeto , si sigue dando vueltas a ese tema, se siente mal....y no lo hemos movido de su silla en la habitación.

La otra cara de la moneda. Quién a veces no ha soñado despierto. Es algo que todos sabemos que no siempre está bien, pero acabamos pecando en determinadas ocasiones. Un niño está en clase mirando en un punto muerto mientras su profesora explica algo de Sociales. A ese niño, la tarde anterior una amiga le había cogido el brazo y le sonrió. Ese niño, está mirando a un punto muerto pensando en lo bonito que le va a ser todo con esa chica a su lado. Se quieren, y él está feliz. Al día siguiente se lleva el chasco al ver cómo la niña no le quería a él, sino al de la clase de enfrente, ese que tiene gorra "cool*" y va con los pantalones a la altura de las rodillas. El niño llora. Se siente vacío, solo, como que nadie le quiere. Aún no sabe diferenciar la frustración de la resignación ni demás conceptos que utilizamos a menudo y que yo, al menos aún no acabo teniendo claros cuando los tengo o cuando no. El niño no tiene ni idea...pero llora y está mal. Y llora y está mal por algo que...nunca ocurrió.

Somos una máquina de autosugestión. Nos sentimos en función de lo que creemos, no de lo que es. Y si una de las cosas que nos diferencia del resto de los animales es que nosotros somos capaces de sentir (opinión no compartida por mi, pero que mucha gente aún mantiene) y sentimos mal...pues apaga y vámonos.

No solo somos imperfectos sintiendo, sino que tenemos nuestro instinto de supervivencia atrofiado de tanto capricho a costa de nuestro afán de sentirnos los amos y señores de todo a lo largo del tiempo. Lo único que nos queda de esa memoria que buscaba la felicidad por instinto y la supervivencia son restos, vestigios que sólo se manifiestan en determinadas ocasiones. Y funcionan mal. Gary Marcus, profesor de Psicología de la NYU, en su libro "Kluge" incluye un "Decálogo para vivir mejor" que refleja de forma evidente la perfección imperfecta que reside en nosotros. Resulta que hay un punto que nos dice lo siguiente:

"-No tomes decisiones importantes cuando estes cansado ni cuando estés por un momento emocionalmente complicado."


Las razones son, por un lado, que cuando uno está cansado, la memoria que actúa es la instintiva, sometiendo a la racional. Ello hace que busquemos una salida fácil a nuestros problemas, que en la mayor parte de los casos siempre está destinada al fracaso. Un ejemplo, y por experiencia propía, cuando nos acostamos para dormir y tenemos alguna cosa rondando por la cabeza que realmente nos quita el sueño, lo que hace nuestro cerebro es buscar una solución rápida: "mañana digo esto", "de mañana no pasa que haga tal cosa"... Al día siguiente, al despertar, uno se da cuenta de la sartada de tonterías y nimiedades que eran tales cosas y lo mal que podría acabar todo si hicieramos caso a las indicaciones de la noche anterior. Esto es lo que nos queda de la memoria instintiva de los animales, y ya se ve cómo la utilizamos y para qué nos sirve.

Por otro lado, cuando uno está en un momento emocional complicado, lo que ocurre es que las emociones se anteponen a la racionalidad. Esto que parece muy subjetivo, por una serie de estudios se descubrió que tenía una base científica, y se resume en que en el trayecto neuronal desde el hipocampo y amígdala (donde residen las emociones) parece ser que tiene más conexiones neuronales que la propia corteza prefrontal, (donde reside la racionalidad), de modo que lo que en condiciones normales actúa con total normalidad y coherencia, ante un estrés emocional se convierte en una sumisión por parte de las emociones a lo racional. Es una batalla perdida para el ser racional que tanto somos o fingimos ser.

Otro punto acerca de la "autosugestión" -y me atrevería a decir "condicionamiento" que reside en nosotros y en nuestra maquina "perfecta"- es el que también viene en "Kluge". Consistía en hacer una encuesta muy sencilla a personas de calle con única y exclusivamente dos preguntas: "¿Cuántas citas has tenido? ¿En que nivel te consideras feliz en una escala del 1 al 10?". Lo curioso fue la enorme importancia que tenía el orden de la pregunta. Cuando se preguntaba primero por el nivel de felicidad y luego por el número de citas se observaba un nivel de felicidad mayor que si el orden estaba invertido. Es decir, si alguien debía contestar primero que habia tenido una o ninguna cita, luego contestaba un nivel de felicidad bastante más bajo que cualquier persona de la otra muestra en que lo último que se debía responder era el número de citas.

Y así podríamos seguir haciendo una lista de la lista de imperfecciones de la perfección de nuestro sistema que nos rige y controla, que es realmente malo para memorizar, recordar y demás procesos de los que salimos adelante porque es nuestro cerebro el que empieza a bombardearnos con sensaciones semejantes y al azar hasta que, por puro azar, acabamos recordando aquello que habíamos olvidado. De ahí la importancia de tener siempre referencias a seguir; ya que sin ellos el cerebro no tendría nada que hacer. Pero eso es otro tema.

Definitivamente, me gustaría ser un pingüino. Me gustaría no pensar, me gustaría no seguir pensando, me gustaría no recordar algo que no existió, me gustaría no soñar con un sueño que nunca hubo, me gustaría no ver cosas donde no hay, me gustaría no ver ni vasos medios llenos ni medios vacíos, me gustaría no intentar buscar el porqué a todo, me gustaría no sentirme inseguro con tanta frecuencia, me gustaría sentirme realmente bien sin pensar en qué hacer para no estropearlo, me gustaría fundirme en un abrazo sin que pasase el tiempo, me gustaría tanto no tener que ocultar la inseguridad con una sonrisa , me gustaría tanto no tener que fingir que estoy bien, me gustaría tanto no tener ese sabor agridulce, me gustaría...


..me gustarían tantas cosas... y puedo hacer tan poco...

3 comentarios:

  1. Interesantisimo espacio el que tienes. Y gracias por la reseña.

    Amadeus Dice

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  2. Me gusta pero no..
    No eres así, y por encima d mi cadaver te volverás asi.

    Fdo- AR

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  3. Sí, yo también sueño despierta (en clase de histo, por ejemplo), y es una mierda. Hay muchas veces en las que también preferiria ser un pingüino.

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